Modernidad e identidad del yo (Anthony Giddens): un breve análisis

Publicado el 2 de noviembre de 2022, 17:01

Ocurre más bien que «aquello de lo que no se puede hablar» —intercambios con personas y objetos en la práctica de cada día— constituye la condición necesaria de lo que puede decirse y de los significados presentes en la conciencia práctica. (Giddens, 1991, p.60)

Giddens afirma que el conocimiento que tenemos de la realidad depende de cómo los significados toman sentido en nuestra vida y construcción de la identidad sólo cuando los utilizamos de manera personal. El verdadero descubrimiento de la realidad no nace de la impresión inmediata e interior. Si bien los significados son compartidos por las sociedades (y eso influye en la adquisición y percepción particular), es necesario conectarlos con las experiencias que son nuestras, atribuirles relación entre lo que significan conceptualmente y lo que significan según nuestra propia concepción basada en lo que nos sucede día a día, en el contacto que tenemos con el mundo exterior; allí se deben buscar y encontrar.

Por ejemplo, el significado que le otorgo a cierta cita en un libro es diferente al de otra persona, y eso logra que yo forme el conocimiento de mi propia realidad. También, la conversación con un amigo será elemental en la construcción de mi mundo e identidad, pues provocará determinadas reacciones, actitudes y pensamientos.

El individuo experimenta el yo en relación con un mundo de personas y objetos, cognitivamente organizado por medio de la confianza básica, sólo en función de ese sistema de seguridad fundamental, origen del sentimiento de seguridad ontológica. (Giddens, 1991, p.63)

Giddens introduce un sustento teórico denominado “seguridad ontológica”. Entiendo que se refiere a cuando un individuo tiene la certeza de conocer y experimentar adecuadamente el entorno que le rodea, su mundo, su realidad; además de conocerse a si mismo, definir su identidad y poseer convicción en ella. Sabe quién es, sabe quiénes son las personas y objetos a su alrededor y de qué manera influyen en su día a día. Puede predecir lo que sucede en su mundo exterior de acuerdo a lo que ha aprendido a lo largo de su crecimiento y la esperanza que tiene en ello.

La confianza básica, la creatividad y la interacción con las demás personas forman esa seguridad ontológica. Todo esto se aprende desde la infancia, en cuanto con nuestra creatividad descubrimos lo que nos rodea y formamos una identidad, que también depende de las acciones de los padres o los cuidadores. Es muy importante adquirir capacidad de experimentar desde pequeños, de jugar con la creatividad, crear significados, relacionar personas y objetos. Cuando esto no sucede o sucede en menor medida, la persona crece y llega un momento en el que se estanca en la rutina, no sabe utilizar la creatividad y eso le produce sentimientos negativos, de melancolía. Experimenta una falta de confianza y seguridad en su realidad y todo lo que implica, incluso en su propia identidad. Como cuando surgen las denominadas “crisis existenciales”, en las cuales se pierde la capacidad de reconocer el sentido de la vida y el yo.

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